Cien años de soledad.
Un hombre. Un hombre cuya
grosería sobrepasaba limites insospechados. Muchos pensareis que
este hombre tuvo una vida solitaria, ajeno de lo que pasaba de su
alrededor. Os equivocáis. Por encima de tanta grosería se encuentra
la mascara de un hombre amable, bondadoso y justo. Pero toda persona
acaba ahogándose en sus propias mentiras.
“Muchos años después,
frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendia
había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevo a
conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de
barro y cañabrava construidas a la orilla de un rió de aguas
diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas,
blancas y enormes como huevos prehistóricos.” "Texto" (García M., 1999:11)
Una pequeña sonrisa se
fue asomando de las comisuras de sus labios mientras veía como todo
lo que le rodeaba estaba bajo su control. Recordaba como su padre le
contaba pequeñas historias de guerrillas y como el esperaba algún
día ser recordado como aquellos valientes. Pero ahora, delante de
aquella gente, que su vida dependía de un solo segundo.
Mirando la escopeta que
tenia en frente recordó algo de su pasado. Era por el mes de marzo
cuando un grupo de gitanos vino a la aldea. Uno de ellos traía dos
imanes con sigo mismo. Ante la estupefacción de los aldeanos, el
gitano fue arrastrando los dos lingotes de metal por cada casa
mientras la gente se asustaba al ver los objetos metálicos volar
directamente hacia esos lingotes, y los objetos mas buscados que ya
se daban por perdidos, salir de los rincones mas pequeños de la
casa. Aurelio haría lo que fuese ahora mismo por tener esos lingotes
metálicos en su poder.
Bibliografía
GARCÍA M. G. (1999) Cien años de soledad, Ed. El Mundo, Madrid.
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